[Leer y escribir después de los libros]
El WWW transforma nuestra experiencia de la lectura: siguiendo unos enlaces y no otros, podemos elegir un camino entre los textos que se nos presentan, o también podemos seleccionar un subconjunto de documentos de acuerdo con su propio criterio. En el fondo, está cambiando lo que se lee, y eso tiene consecuencias para las nociones comunes de obra y autor. El camino recorrido por el lector, o la selección de enlaces, los determina él mismo. No los determina, desde luego, ninguno de los autores de los documentos originales, ni mucho menos quienes los publicaron. Lo que lee finalmente (su secuencia o red de textos) no existía antes ni volverá quizá a existir. ¿Quién es entonces el autor? Esto puede ser un golpe más para un mito característico del mundo del libro. Nunca estuvo claro cómo un libro que ha sido escrito, recopilado, traducido, anotado, ilustrado y desde luego leído y entendido de diversos modos por diversas personas, podía reclamar en su portada una autoría unitaria y casi metafísica. Pero en cualquier caso en una red de hipertextos el papel del lector es tan activo en la configuración de lo que se lee que la autoría queda cada vez más arrinconada en los fragmentos individuales: cada documento lo ha escrito quien lo ha escrito, pero un conjunto de documentos de procedencias distintas, seleccionados y conectados por el lector, ¿quién lo ha escrito?
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